TODO YA ESTÁ ARDIENDO; ¡ARDAMOS JUNTOS!

“Enfrentémoslo. No se debe pedir la salvación a quienes la destriparon”.

Soñé caos. He soñado con el abrazo de las posibilidades y la quema del catafalco que acuna nuestro letargo en su eterna caída hacia el aburrimiento.

¿De dónde viene, maldita sea, esa atroz inmutabilidad? ¿Cómo puede esta ciudad, este enclave burgués hinchado como un hervor en medio de una cara envejecida, estar tan limpio, tan tranquilo, tan suave, tan plano, en un momento en que la ira debe explotar? ¿Cómo puede escapar de las llamas, los levantamientos permanentes y los cánones de las canciones de batalla?
Lo soñé, esta tormenta mundial en perpetuo choque, en ebullición frenética. Lo soñé y soñé de nuevo tanto que el planeta lo necesita. Nunca ha sido tan cierto el dicho sabio, tan profundamente profético: si queremos la paz, primero pasaremos por la guerra. Guerra total, planetaria, la naturaleza defendiéndose del monstruo civilizatorio; guerra desenfrenada, proteica, de un mundo lleno de rabia para vivir contra los títeres disfrazados que lo desangran.
Esta guerra ya está teniendo lugar en todas partes, y se está intensificando diabólicamente en el inmenso salto revolucionario que está golpeando las puertas doradas de los grandes expertos. Todos los países se ponen de pie. Los disturbios en Hong Kong son cada semana más ingeniosos, más eficientes, más enfurecidos; las peleas en Chile rompen la apariencia patética del control absoluto que busca establecer una represión inhumana; en Ecuador, los manifestantes furiosos han establecido un verdadero equilibrio de poder con el gobierno, obligados a retroceder para garantizar una pequeña retaguardia; se dan tantos ejemplos, nacen tantas revueltas, que es difícil hacer un recorrido por ellas. En Francia, el primer aniversario del movimiento de los chalecos amarillos mostró una furia siempre al límite. Furia sensible, límpida, la ira exacerbada contra este mundo despreciable y los burócratas despiadados que arrojan la vida a la tumba por unos pocos miles de millones más. Las fuerzas de la opresión, cada vez más superadas, las milicias de un estado totalitario que ya no tiene una solución única como para disparar en la pila que se teme, ya no pueden detener el odio que uno siente por el horror de la época. Este es el momento en que los verdugos con casco son perseguidos en las calles y escondidos en las lavanderías para escapar del torrente de justicia legítima que los hace salir. Es el momento en que los poderosos prohíben los lugares públicos en los días de manifestación, por temor real a no poder reprimir el tumulto y hundirse en el vacío de la miseria por la fuerza. Este es el momento en que la policía científica toma calcomanías en las calles para hacer análisis de ADN, mientras el gran estado criminal camina impunemente. No creas más en los locos y aliados de este asqueroso sistema.
Estos son más numerosos de lo que uno quisiera creer. A menudo se ignoran entre sí, tejiendo entre líneas políticas tan inquietantes que no tienen el más mínimo sentido. Se dicen “la izquierda” pero legitiman la violencia estatal condenando la “violencia” del pueblo, que es solo una respuesta a la sociedad industrial permanente ultra brutal. Superando los argumentos opuestos con el dorso de la mano, y un flatulento “Sí, no, pero por supuesto, pero eso es lo que me entendiste”, sin sospechar que su hipocresía ya no engañó a nadie por algún tiempo. Oponerse categóricamente a cualquier forma de violencia es recomendable, pero no tiene sentido en este momento. La peor de todas las violencias, la tortura, que toma la forma de un genocidio global, un exterminio administrado de todas las formas de vida en la Tierra, que sumerge y mantiene a miles de millones de personas, humanas y no humanas, en una miseria galopante en beneficio de los países ricos, ellos mismos destripados para garantizar la tranquilidad de la mayoría Afortunadamente, esta violencia es la de la vida cotidiana, del funcionamiento normal de este mundo, el de “todos los días”, el de días como los demás. Quien defiende los méritos de esta civilización y defiende una resistencia estrictamente pacifista al rechazar al resto es, de hecho, el mayor asesino, un tirano que oculta su oscuridad detrás de una máscara de humanismo. que sumerge y mantiene a miles de millones de seres, humanos y no humanos, en una miseria galopante en beneficio de los países ricos, ellos mismos destripados para garantizar la tranquilidad de los más afortunados.
Ya no debemos tener miedo al desorden. A menudo parece paradójico darse cuenta de que la verdadera carnicería, el verdadero caos, el verdadero cataclismo, no provienen de manifestaciones, disturbios y altercados con la policía, sino del continuo inalterable de absurdos en los que estamos atrapados y que percibimos como “vida normal”. Despiértese todas las mañanas antes del amanecer con el timbre de un teléfono, trague algunas mordidas de varios desechos industriales para sostener, amontonarse en el metro, autobuses, tranvías, la mirada vacía pegada a la ventana, flujo respiratorio brumoso obstruido con contaminación, deje que su trasero tome la forma de una silla todo el año escribiendo en una computadora o copiando páginas y páginas de lecciones, o rompiéndose la espalda, los riñones, sus sueños, en labores serviles que engordan a las multinacionales para recibir algo para continuar, una y otra y otra vez, la misma mascarada vil; ¿No es el peor de los tumultos mucho mejor que este orden, este lugar común, esta organización mortífera?
Una vez más, aquellos que afirman, por el humanismo, oponerse al desorden y al caos, no son más que los cantantes de un sistema del que solo ven los aspectos más dulces. Hágase esta pregunta, si está de este lado: si la calma prevalece tanto en su hermoso vecindario, ¿no es que el desorden está en erupción en otra parte? Funciona a mayor escala: si Occidente, a menudo, es tan silencioso, tan desarrollado, tan “civilizado”, ¿no es así que la guerra, la brutalidad, las depredaciones y las violaciones cometidas en tierras lejanas? asegurar una riqueza vergonzosa y la paz del culpable? Un conocido se atrevió a decirme un día que, si hay tantos problemas, no es culpa del sistema, que funciona perfectamente, sino de las instituciones que no enseñan a la población a hacerlo servir.
Estos discursos vergonzosos emanan del mismo tipo de perfil, que se ha reducido al infinito o casi. El que no ve, o se niega a ver, que su tranquilidad es conquistada a costa de las masacres que su cobardía lo empuja a condonar. Es el mismo que en unos años, cuando la dictadura ya no se esconda de cruzar los límites, colaborará con gusto con las milicias estatales si eso puede asegurarle la posibilidad de seguir fingiendo que todo está bien.
Para evitar revivir estos momentos poco glamorosos, tal vez sería mejor tomar la iniciativa. Artistas, camaradas enamorados de lo bello, ¿sabían que, de todas las llamas posibles, las que exhalan desde un gran auto de lujo quemado por la insurrección son las más estéticas? Tienen  no sé qué intensidad, profundidad, mística, sus volutas son tan puras que parecen sueños. ¡Persigamos a estas bellezas! Quien denuncia los excesos vive a diario en el más grave de ellos. No permitamos más que estas llamadas a la calma, estos mandatos caminen a un ritmo, esta traición desvergonzada de aquellos que se hacen llamar nuestros amigos y aliados. Romper este imperio no impide la organización de la renovación posterior. Todos tienen un lugar en la guerra actual. No solo se necesitan combatientes, bloqueadores, alborotadores, sino a todos. Literalmente a todos, siempre que tengan claro qué demonios nos está comiendo.
En un momento en que la situación simplemente no es sostenible, donde los desastres empeoran en todas partes, ya no podemos darnos el lujo de dividir las luchas.  En respuesta a este horror, florecen hermosas acciones: bloqueos de las cajas y comidas gratuitas en restaurantes universitarios, eventos, convocatorias de convergencia …  Sin embargo, queda una pregunta: ¿por qué, aún y siempre, permanece apegado a nuestro estatus de estudiante? Por qué luchar al final: por condiciones de estudio decentes, a pesar de que las universidades son fábricas de empleados lobotomizados? ¿Por el derecho a sentarse todo el día en sillas, pasar parciales, obtener un título y encontrar un trabajo, cuando todo el mundo se está muriendo de esta operación atroz? Al permanecer así apegado a este elogio del status quo que es la afirmación de los estudiantes, este feroz movimiento de oposición corre el riesgo de quedar atrapado en una suavidad que será fatal para él. Luchar contra la precariedad es luchar contra todo este sistema: contra la ideología del trabajo que nos aliena hasta el punto en que apreciamos nuestras cadenas como derechos fundamentales, contra el Estado totalitario que siempre se avecina con más claridad, contra el cáncer urbano y tecnológico que nos esclaviza aún más porque nos hace dependientes, contra la economía que envenena nuestras vidas y ve la vida como un mercado para conquistar. Desafortunadamente, estamos en la era del “todo o nada”.
Por esta razón, parece necesario renunciar a esos trapos de identidad a los que nos aferramos: estudiantes, chalecos amarillos y otras banderas bajo las cuales estamos acostumbrados a unirnos. Si los bloqueos de las universidades en Hong Kong son tan grandiosos, es porque son emprendidos por personas que, estrictamente hablando, ya no son estudiantes, sino que se resisten. Los seres arrojaron cuerpo y alma a la lucha, a esta guerra que ya está tronando y que debemos llevar a cabo a pesar de todos nuestros planes, a pesar de todas nuestras esperanzas para el futuro, la paz y la estabilidad. Ya no tenemos que decirles a los estudiantes cuándo se va a demoler la totalidad de esta sociedad, de modo que lo que construimos en otros lugares tenga la oportunidad de mantenerse sin ser constantemente asediado. No podemos conformarnos con crear alternativas (o peor aún, pedirlas) sin aceptar la inevitable conflictividad que siempre nace de iniciativas que socavan la maquinaria de la Máquina. Las negociaciones y los compromisos son una trampa: sé lo tentador que es organizar a tantas personas como sea posible, en qué medida sería mejor ser unánime; Pero seamos sinceros. No se debe pedir la salvación a quienes la destriparon.
Salgamos de nuestros cuadrados respectivos, besemos el horizonte de tormentos que se acumulan a nuestro alrededor, y sumerjámonos todos juntos en este caos que se nos promete.
Todo ya está ardiendo: ¡ardamos juntos!

Constituir en fuerza la desolación del desierto

Al investir a los jóvenes y a las mujeres con una absurda plusvalía simbólica, al hacer de ellos los exclusivos portadores de los dos nuevos saberes esotéricos propios de la nueva organización social–el del consumo y el de la seducción–, el espectáculo sin duda ha liberado a los esclavos del pasado, pero los ha liberado EN CALIDAD DE ESCLAVOS

Lo que hay que oponer al imperio es la huelga humana.

Que nunca ataca las relaciones de producción sin atacar al mismo tiempo las relaciones afectivas que las sostienen.

Que socava la economía libidinal inconfesable,

que restituye el elemento ético –el cómo– reprimido en cada contacto entre los cuerpos neutralizados

Constituir en fuerza la desolación del desierto se ha convertido en una necesidad que cada vez nos golpea más fuerte a la cara.

Ahí donde se había creído que no había nada qué añorar, donde el desierto de la situación había instaurado sus columnas e infraestructuras ahora se hace palpable la incomodidad y la desconfianza que siempre habían reinado con sus mejores trajes, la misma precariedad de relaciones que nos ha dejado el espectáculo de la separación en todas sus formas.

Las distancias entre los cuerpos son espaciales pero sobre todo éticas,

distancias que hasta ahora eran de cómoda desatención

Incluso el arte no ha logrado, ni con todo su aparato de simulación darle lugar a los afectos y a los cuerpos, mucho menos a las historias y las formas de vida; sólo ha podido profundizar cada vez más sus raíces en la economía. Ha servido de vehículo para llevar sus conveniencias a las regiones más íntimas y gestionar cualquier posibilidad de fuga en forma de las inmundicias más penosas y propias de cualquier politiquillo en campaña.

Lo sensible como una categoría de la economía es la práctica del artista como moneda viva

 

Hablamos ahora entre las amigas y los amigos, en el medio del desastre de unas vidas que siempre se habían dado por sentadas y se dice que no puede seguir más, que hay un terreno que hasta ahora nos había quedado arrebatado por el aparato de zonificación existencial, que nos enseñaba que mi vida era sólo mía y los sentimientos y percepciones, así como cada trozo de experiencia sólo podían ser subjetivos e individuales. Aprendimos a vivir de esa manera, incluso algunos han encontrado su fortuna en capitalizar y distribuir esas intensidades en museos y galerías de todo tipo. Todo eso hasta que nos hacemos daño cada vez que queremos encontrarnos.

Todavía no existe entre nosotros el valor de vernos a la cara y reconocer que nuestra presencia en cualquier lugar no está asegurada, ni siquiera con las miles de prótesis que se nos facilitan. La tela de lo sensible se desgarra en cada paso que damos sin prestar atención a cada situación, a sus singularidades y posibilidades. No nos sorprende que cuando la fatalidad que producen les toca de frente, esos que siempre se movieron como comerciantes, policías y burócratas, haciéndose los listillos en su burbuja de exotismo aburguesado, no les quede más que sumirse en su desesperación; esos que siempre habían ignorado cualquier sentido de justicia o solidaridad, apelan ahora a la justicia y a la solidaridad como si de ello dependiera su vida, cuando habían dejado su vida hace mucho tiempo en la “grandeza” de su sueldo o su legitimación.


 Serán retomados por la civilización


A los que hemos estado y seguiremos estando huérfanos nos quedará el recuerdo constante de que nos reconocemos entre nosotros, de que no hay lugares dados para nuestros deseos, sólo la certeza de que podemos y necesitamos disponernos para abrir lugares inéditos e impensados y que quizá éstos no durarán, por suerte para nosotros; simplemente durar nunca ha sido nuestro proyecto, seguiremos encontrando encantador el movimiento por el cual nos sustraemos de la lógica que intenta perpetuar nuestra miseria.

Cada vez ahora, se da para nosotros un volver a empezar que puede tener la forma de una discusión o un abrazo, una sonrisa o una casa que se abre, las visitas que nos hacemos o la elaboración de una nueva estrategia, siempre que sabemos que nuestras vidas están en juego en cada momento.

                                      Cada gesto encierra a su vez todos los gestos

A NUESTROS AMIGOS QUE SE IGNORAN

Sabes, yo también tengo miedo

Tampoco estoy seguro de todo

De que decir

Que pensar y que hacer

Sabes, cuando nos digamos determinados

Cuando nos digamos enojados

Cuando nos digamos ingobernables

Cuando nos digamos que hay en alguna parte un Nosotros

Y que este Nosotros tiene muchos amigos

Buscamos tanto convencerte a ti

Como convencernos a nosotros mismos

Sabes, lo que me molesta es que sólo nosotros sabemos

Que lloramos bajo nuestros pasamontañas

Que son el enojo y el amor que llevan nuestras banderas

Que es la infancia incansable que nos empuja a luchar

Sabes, cuando te hablo

Lo que me gustaría decirte

Es que, ¡mierda!

Somos nosotros los buenos

Estamos en el buen lado

Y si me enojo

Es porque hay que siempre

Explicar todo

Justificar todo

Para penetrar en este mundo

Sin ser una caricatura

Embadurnado de palabras huecas

Sabes, yo también sufro

Y sufro de que me piensas

Violento

Intransigente

Siempre

Contra ti

Contra todo

Sabes, yo también dudo

Yo también tengo miedo

A mí también me gusta la calma y la tranquilidad

Pero no puedo aceptar esta calma

Ni la tuya

Ni la mía

Cuando tantos otros no pueden pensar en ella

Sabes, yo creo que creemos

las mismas cosas

No todas tal vez

Sin embargo

La verdadera preocupación

Y perdón por decirlo

Es que tienes miedo

Es que eres cobarde

Y sabes que

Yo también

Yo lo soy

Pero pruebo cada día serlo un poco menos

Frente a los otros

Frente a la ciudad

Frente al Estado

Y no es fácil

No

Lo que es fácil es

Golpear los débiles

Encerrar las locas y los locos

Escupir sobre lo que se mueve

Y huir de lo que sorprende

Sabes, a mí también me gustaría que sea sencillo

Pero no lo es

No puedo dormir por la noche

Cuando pienso en todo lo que no hago

O todo lo que hacemos mal

Y a ti…

Sabes, no quiero golpear sobre todo lo que se mueve

Sobre todo lo que no haría parte del pensamiento sagrado

Sabes que no me gusta creernos como una élite

Tengo miedo de perder algo reprochándote

De ser demasiado

O ser muy poco

Pero sabes, me gusta creer que somos la vanguardia

De un pensamiento a venir

De una forma de vida a venir

Sabes, me gustaría que me veas más francamente

Sin miedo

Sin prejuicios

¿Sin pasamontaña tal vez?

Me gustaría que hablemos y que me entiendas

Y que veas el conjunto de las cosas que hacemos

No solamente las que te molestan

No solamente lo que te perturba

Sabes

Somos amigos que se ignoran

Y se juegan a algunos milímetros

A algunos términos

A algunas barreras

A algunas ventanas rotas

Y un poco de paciencia

Sabes, nosotros también

Tenemos amores

Miedos

Vergüenzas y enojos

Y es lo que nos guía

Eso y sólo eso

Y sólo estar ahí

Sabiendo que estamos sin límites

Sólo escuchamos lo que es sordo desde el interior

Y no lo que gotea de los hoyos de sus paredes

Viste lo que nos espera?

Somos

Mierda

Del lado de los amables

Del lado de la historia

Y  en contra de la tontería

Sabes, no me gustaría que me creas

Sólo sólido

Sólo enojado

Sólo al acecho

Tenemos grietas

Tenemos las mismas que las tuyas

Sólo que no pensamos sanarlas

Con un poco de comodidad

Y mucho anestésico

Sabes, yo también tengo miedo

Yo también amo

Yo también río estúpidamente

Y  a mí también, sobretodo

La violencia me da asco

Como la muerte, seguramente

Pero ignorarlo

Pretender que todo eso existe muy lejos

Es la mentira cómoda de los y las que vivirán sin verse.


(Traducción por los amigos de Negro Sobre Negro del texto publicado en francés en Lundimatin #102 el 4 de mayo de 2017)

SOBRE LA OSCURIDAD Y SUS POSIBILIDADES

 

“No se trata de una doctrina secreta o de una ciencia más alta, ni de un saber que no se sabe. Más aún, es posible que la zona de no conocimiento  no contenga precisamente nada especial, que si se pudiera mirar hacia su interior, sólo se entrevería -aunque no es seguro- un viejo trineo abandonado, sólo -aunque no está claro- el gesto arisco de una niña que nos invita a jugar. Quizá tampoco existe una zona de no conocimiento, existen sólo sus gestos.[…] La relación con una zona de no conocimiento es una danza.”
G. Agamben


“Caminamos esta noche por la ciudad, los paseos se nos dan como a cualquiera en medio de una necesidad que se desdice en la idea vaga de “salir de casa”. Todo se revela como de costumbre; los coches, los edificios con sus iluminaciones, los turistas, los comerciantes cerrando sus locales.[…]
Encontramos un amigo. movidos por la inquietud de hablar, preguntamos, ¿qué hay de nuevo?; un par de eventos culturales y actividades recreativas recurrentes[…]Sabemos que algo permanece inaccesible. ¿Cuáles son los cuerpos que faltan? ¿Dónde está la ciudad? ¿Qué es lo común, de lo que podemos hablar? La ciudad permanece sitiada y esto es lo más cercano a estar encerrados afuera.”


Abu Shabin

Más que una estrategia que se desdoblaría en la tendencia a caotizar nuestras percepciones individuales, nuestras voces se desplazan caóticamente porque es el único medio sensato desde donde lo común aparece como estela de evidencia en un espacio en el que el estado ha mantenido su hegemonía, incluso en los escenarios más horrorosos e incomprensibles. Hay una tendencia a organizar la historia que implica la separación de los acontecimientos y los espectros políticos que zonifican la vida común –la verdad histórica–. El devenir histórico, poco ha tenido que ver con “La Historia” que ha configurado la brújula de los mexicanos y que sigue marcando por un lado el estado, por el otro el narco, muy lejos la lucha de los pueblos originarios y zapatistas. Estos fantasmas han servido de pilares para hacer efectivo el terrorismo de la economía desde el que se realiza la preservación de una normalidad que no ha encontrado cause alguno más que la explotación del trabajo y el entretenimiento popular como dispositivo de aislamiento . El espectáculo continúa.

Hemos aprendido en el marco de los cuerpos perdidos que la vida común se encuentra sitiada, y nos preguntamos; ¿cuáles son los movimientos posibles?, ¿qué hay entre nosotros que no sea el espectáculo al que asistimos diariamente? y ¿qué pueden los cuerpos que no sea representar cada día esta narrativa de la miseria cotidiana a la que llamamos normalidad? Una vida común y un tiempo que se mide de acuerdo al precio de la gasolina.

Cuando la noche cae y es absoluta, el cuerpo se funde con el mundo en sus zonas de indistinción, en sus sombras, un movimiento permanece en secreto, una pista; en la oscuridad bailar parece posible, pero no para todos, lo sabemos. Las fugas se nos revelan y sabemos bien que no hay un común local como utopía que pueda siquiera existir sin perspectiva del mundo. Es por eso que cualquier fuga conjunta se realizará hacia adentro de las situaciones;

Encontrando en cada situación su propensión a desbordarse

Abriendo espacios entre los dispositivos que dejen pasar la oscuridad donde se hace posible el movimiento

Haciendo alianzas entre estas oscuridades como el guiño entre las bandas, los vecinos, los amigos

Haciendo de la noche en que nos encontramos una posibilidad técnica-táctica.

Liberando las palabras del discurso y trayéndolas hasta el punto de hacer resonar nuestras relaciones, ahora

Estableciendo las condiciones de una disposición nueva

Incluso a tientas, aprender a moverse

No es extraño que mientras la mercancía es de “ensueño” una noticia tras otra nos muestre imágenes de pesadilla –imaginario de una alienación onírica–. La esperanza es somnolienta, no logramos despertar, y nosotros no esperaremos, hay que atacar los sueños, hacerlos coincidir plenamente con los objetos y las calles que habitamos, esa misma coincidencia que hay entre la oscuridad y los nervios que dibujan el cuerpo cuando no podemos ver nada.

Damos cuenta de que muchas armas se nos han confiscado. Incluso algunas las entregamos voluntariamente cada día. La mayoría de los grupos hoy se ven animados y satisfechos con un intercambio de avatares donde se da más o menos por entendido que cada UNO guarda celosamente el secreto de su vacío como especulación de una subjetividad irrealizable, pero que funciona perfectamente en el ámbito de la economía identitaria,  pues el negocio se sustenta en las raíces de la “búsqueda de UNO mismo” en la acumulación de “experiencias”. Por eso ahora parece más significativo el compartir una selfie que legitime nuestros encuentros, que poner en juego los devenires de una amistad política. Las evidencias del desierto están en todas partes y no hay pretensión en nosotros de ser autores de otro diagnóstico sobre lo que ya se ha reafirmado una y otra vez en la precariedad compartida que se respira casi en cualquier lugar, en cualquier existencia. Parece más interesante la perspectiva de aparecer como resonadores de las potencias que todavía encontramos, flujos de intensidad que se encarnan desde lo más profundo de unas vidas cualquiera
–toda la historia recae en el gesto, en las formas en que vivimos.

La noche de los cuerpos son todos los cuerpos que faltan, tanto los desaparecidos como los amigos que nunca volvieron o nunca llegaron, también los nuestros; sin embargo, recordamos que también en la carencia se esconde un encanto o una posibilidad, presentimos una potencia que sugiere una manera de hacerse imperceptible para esa triste condición.

Existe la perspectiva entre algunos amigos de hacer de la noche la ocasión de un entrenamiento tal que se constituya, si se quiere, como un gran juego de solidaridades  y de usos por inventar, atribuibles solamente a la fuerza de los encuentros. Nadie sabe todavía qué es lo que podemos y cada circunstancia imprime nuevamente escenarios sobre los cuales plantear la huida. Por ahora, sabemos que es posible la puesta en común de las técnicas y las sensibilidades. Un amigo dice ciertamente, que la problemática de la comunidad nunca se dio más por no saber poner en juego eso que tenemos en común, que por ser tan torpes para poner en juego eso que hace nuestra diferencia; entiendo, eso que hay de singularidad en cada presencia, que desbarata la homogeneización y el alisamiento de los paisajes colectivos y hace efectiva la multiplicación de nuestras perspectivas afectivas. Es preciso no dejarse engañar por las líneas seculares que suplantan esta idea, la inclinación patológica de intentar en cada momento hacerse diferentes, la búsqueda de la afirmación individualista que hace de dispositivo de separación – la necesidad de ser alguien.

Un paisaje habitable se puede imaginar

¿Pero qué son los paisajes imaginables? Cuando incluso la imaginación se ha subordinado a la narrativa de los discursos dominantes. La crítica toma cada vez más y en todas partes el lugar de una policía de la deserción así como un nuevo nicho de la economía. La paradoja del liberalismo es el cinismo que hace de buena conciencia, el desapego gestionado de los que desean que nada cambie.


Mientras tanto por todas partes surgen las señales de unos espíritus mutantes, a los que ahora necesitamos darles lugar,  es a estos espíritus a quienes llamamos amigos, en cualquier circunstancia, sean objetos, lugares, personas, composiciones, en todo caso jugadores capaces de habitar en la oscuridad que nos atraviesa, esos que se mueven en los intersticios de lo concreto, que sólo se pueden reconocer por su risa, por su abandono, por el acomodo de sus cuerpos y un  alegre movimiento que franquea la hostilidad de nuestras prótesis. Los obstáculos son los mismos y sólo se han hecho más fuertes; el chantaje de la democracia, el fascismo que nos ha sido atribuido de la misma forma que lo fue la culpa cristiana y que nos pone siempre en el lugar del enemigo en potencia, el criminal/terrorista, en efecto, el culpable.  Es el orden ilusorio el que se quiere salvar siempre en todas partes, en todos los encuentros, en todas las situaciones y el que dispone en esta oscuridad su dominante ceguera operativa en forma de una infinidad de anestésicos.



El juego se desenvuelve ya entre los cuerpos que habitan su propia forma de vida con atención. La ética de este gran juego está hecha de la misma consistencia que cualquier otro juego que no esté cooptado por la separación, de una alucinación poderosa y un repudio por los aguafiestas que se hace evidente con inocencia. Aprender a habitar la oscuridad es el común de los que permanecen huyendo en la clandestinidad de su presencia.

El caso Ban(K)sy

La obra que Banksy “destrozó” no se vio afectada en su corazón metafísico, que es, evidentemente, mercantil; como tal, sólo mutó a una forma “más original”, y eso significa que su valor aumentará exponencialmente en los próximos días. – El cuadro en cuestión se transformó en perfomance, una suerte de action paiting que involucra el uso de tecnologías de distanciamiento y la idea romántica de la resistencia artística, cosa que, lo sabemos, no existe, pero vende tremendamente bien.

            Como siempre, el arte se autoparodia, hace de bufón, pero sin superarse en lo más mínimo ni decir cosas que realmente no sepa ya todo el mundo y, de hecho, se digieran mejor gracias a los alcoholes de los estetas, por más que se sostenga vehementemente lo contrario.

¡Qué malos deseos son esos de salvar todo en sus peores formas! En todas partes escucho el mismo grito obtuso: “¡Salvemos la cultura!” “¡Salvemos el cine!” “¡Salvemos A, B y D!” Por todas partes, la misma perorata. Me consta que, incluso,  hay idiotas doblemente idiotas que, creyendo de cabo a rabo en la doctrina leviatánica, piensan que hay que salvar a la mismísima policía.  “La sociedad caería en la anarquía absoluta si no tuviéramos policías. Para mí, son un mal necesario”, afirman confianzudos, mostrando, así, su propia incapacidad para vivir.

En definitiva, estamos ante la más grande manía de los Bloomsalvar algo, lo que sea, aunque eso les conduzca a un callejón sin salida, no a una determinada inteligencia de su potencia.

En este caso en particular, el de Banksy, el grito de salvamento tiene un trasfondo en el que conviene sutilizar, ya que no sólo se trata de guarecer al arte del pathos autodestructivo de nuestra época. Se trata, también, de mantener la consciencia bien limpia, lo más limpia que se pueda, ¡caray!, para hacer gala de pulcritud. ¡Y qué mejor si se puede ganar algo de dinero con ello! Aquí, nuevamente está la lógica de que entre tal y tal mal, el menor. Pero alimentar al peregrino ultramodernísimo del Espectáculo, el turista existencial, no es el menor de los males, ¿o sí? Para nada. Jamás lo será. Y semejante lógica es un mierda derrotista. Un síntoma de desarme antes que otra cosa. Por ello, conviene que tengamos esto en mente para futuras pseudoradicalidades museísticas:

No es posible decir “arte político” sin repetir, cual loro, ese dogma ajado de “el arte por el arte”, consigna en lo absoluto donosa e inútil, como se quisiera, dado que funge, en tanto que operación, como una medida de especulación entre las monedas vivas del nicho de rebeldes favorito del Imperio; es decir, el arte pequeñoburgués, el ejemplo perfecto de lo que los situacionistas llamaban “supervivencia aumentada”.

(La obra es, finalmente, lo eternamente destruible, aquello que puede hacerse ruina incesantemente.  –No es el hombre, como suele pensarse, pues éste sí tiene una forma. Por eso, el Angelus Novus de Benjamin no es un artista… En este sentido, la obra de arte política es, en su no mundo-objetual, la pasividad burocrática de la acumulación de documentos de barbarie a modo de “consciencia”,  un traje, como diría Carlyle, o, sencillamente, “información”).

Por otro lado, la parodia real, aquella que no sólo produce revelaciones sino una justa risa,  pasa factura a Banksy en un escrito anónimo recientemente publicado en La Haine que lleva por título Los acéfalos disque acéfalos S.A de C.V., en donde las vanguardias artísticas y sus múltiples hijos bastardos, todos ellos atacados con la imagen de una “masa cancerígena tan incontenible como la diarrea”, son representados, humorísticamente,  como personajes de la novela caballeresca.

 Banksy, aquí, se perfila, simplemente, como un aspirante a escudero de Dadá, un trol de tres cabezas que, ennoblecido por un brujo negro, vive de sus “obras de zozobra” con su fiel espada enmierdradora , un destapacaños hermoseado como un instrument d’acculturation que, cabe decir, no lleva en su cinturón, sino en un agujero del embudo que usa a guisa de sombrero. (El guiño “originalísimo” es a Jarry. *Aplausos*). Como podríamos adivinar, Banksy, al ser rechazado una y otra vez por su amo, da un salto de la novela  de caballería, sumamente aburrida para su “gusto transgresor”, al mundo del cómic, y se presenta bajo la imagen de un encapotado cuyo único cometido superheroico es hacer rayas para visibilizar su invisibilidad y, de esa manera, complacer su vanidad apenas disimulada. “¿!En dónde está mi corona¡? ¿¡En dónde, Basquiat?! ¡¡¡Perro sarnoso!!! ¡¡¡No me dejaste salvar tus derechos!!! ¡¡¡Yo me quedaré con tu corona!!!”, le hacen decir al pobre mientras caga, literalmente, un grafitti “más o menos irónico” en “un muro más o menos irónico”. –El ano de “Ban(k)sy” es un “equipamiento en aerosol”–. ¡Qué cruz la de la firma! Banksy queda reducido al puro nombre, al puro título, pero se lo merece.  Lo suyo es el cop art.

Nosotros, claro está, nos unimos en una risa harto tonificante, una risa  fourierista –o sea, anticivilizatoria–, al parodista de La Haine. Estamos hartos de caricaturas como Banksy.

BIENVENIDOS LOS HUÉRFANOS

“Un particular del que aquellos que escriben la historia no sabrán o no considerarán necesario hacer mención. Sin embargo es este particular el que nos permitirá saber si somos dignos de estima o de reprobación.” F. de Motteville*

Se ha dicho que se escribe para encontrar amigos, en este caso digo también que lo hacemos para hacer aparecer mundos entre nosotros que hagan un poco más que hacernos sobrevivir en éste, que se regodea incesantemente en su tristeza.

En contra de la creencia de que se pretende construir un nuevo programa con forma y nombre nos limitaremos a decir que lo que está en juego aquí es una comunidad de gestos y medios que se emplean en momentos precisos, en la grandísima historia del pequeño momento ahora, que es el encuentro de nuestros cuerpos. No hay un gran saber, ni panacea, sólo provocación e inquietud como evidencia de un mundo susceptible de compartirse. La potencia de una complicidad.

Cuando se revela que hay entre nosotros la posibilidad de abrir una disposición capaz de hacer posible la aparición. Es que se abre al uso la forma de la intervención. No por nada se intenta cotidianamente des-articular cualquier posibilidad de ésta en la operación de una suplantación. Disponiendo en esferas cada vez más separadas y especializadas los encuentros y afectos posibles. Reduciendo esa intensidad a una “participación” gestionada, moderada. De modo que todo pueda quedar perfectamente aislado, en medio de la promesa de “ser parte de” sin poner en juego ningún tipo de singularidad. Así es como se configuran la mayoría de los colectivos de Arte y así es como UNO puede hablar del arte desde el arte de igual forma que los políticos han ejercido la política “desde La política”; ¡el club de bingo! entretenerse de la vejez que nos habita, pero poco tiene que ver todo esto con el mundo y su mixtura, al igual que “La vejez” poco tiene que ver con los viejos. Vivimos una separación tal que nos es casi imposible ver lo indisociable que hay entre nuestras vidas y las formas en que las vivimos. Es por eso que molesta tanto que sigamos ocupados de la cuestión técnica sobre las formas de vida, de la base material con la que estas formas se constituyen y que insistamos en poner en juego la fuerza que hay en los “cómos” que evidencian la amalgama de dispositivos e intersticios desde donde es efectiva la remoción.

Se procura, por lo regular que los cuerpos no se toquen y que las palabras y el mundo estén claramente distendidos. Es por eso que hoy la crítica no representa para nosotros una posibilidad de fuga sino una profesión más en el orden de la separación. ¿Qué es entonces el terreno de juego de estas sensibilidades?



Las formas en las que se insinúa la huida colectiva

                                                                           Un tartamudeo del discurso como espasmos nerviosos

Cualquier movimiento que hace que un espacio sea susceptible de liberarse

La formación de los grupos en situaciones cotidianas

Paisajes compuestos y sus efectos diversos

Tres personas que caminan, por decir algo.

Palpamos en cada rincón de la metrópolis una melancolía risueña en la asunción definitiva del ser, El optimismo se ha convertido en la cuota que se paga por una felicidad hipotecada, para el cual también SE debe conseguir un crédito. Pero no lo aceptamos, hay por todas partes evidencia de unas vidas clandestinas, no “La vida clandestina”, sino lo que hay de clandestino en toda vida, intensidades que han quedado sepultadas bajo las capas identitarias, fuerzas efectivas que se han relegado a la vida privada. Y nos preguntamos; ¿de qué está privada la vida privada? Todos estos flujos espectrales que se han reprimido y sólo hemos conseguido conservar el síntoma de su inaccesibilidad, El hastío. No hay ninguna duda de que nos encontramos en una encrucijada tal que estamos a punto de aceptar olvidarlo todo. Incluso los espíritus inconformes más voluntariosos sucumben en conformarse con un nihilismo empaquetado que sólo ha dejado las cosas como estaban. En cuanto a nosotros, permanecemos con la certeza de hacer alianzas con esas clandestinidades, de darles lugar y elaborar los rituales necesarios para invocar su aparición y su esparcimiento virulento. Cualquier experimentación será la ocasión de una conspiración. SE puede decir que escribimos, entonces sí, para encontrar amigos.