“Enfrentémoslo. No se debe pedir la salvación a quienes la destriparon”.
Constituir en fuerza la desolación del desierto
Al investir a los jóvenes y a las mujeres con una absurda plusvalía simbólica, al hacer de ellos los exclusivos portadores de los dos nuevos saberes esotéricos propios de la nueva organización social–el del consumo y el de la seducción–, el espectáculo sin duda ha liberado a los esclavos del pasado, pero los ha liberado EN CALIDAD DE ESCLAVOS
Lo que hay que oponer al imperio es la huelga humana.
Que nunca ataca las relaciones de producción sin atacar al mismo tiempo las relaciones afectivas que las sostienen.
Que socava la economía libidinal inconfesable,
que restituye el elemento ético –el cómo– reprimido en cada contacto entre los cuerpos neutralizados
Constituir en fuerza la desolación del desierto se ha convertido en una necesidad que cada vez nos golpea más fuerte a la cara.
Ahí donde se había creído que no había nada qué añorar, donde el desierto de la situación había instaurado sus columnas e infraestructuras ahora se hace palpable la incomodidad y la desconfianza que siempre habían reinado con sus mejores trajes, la misma precariedad de relaciones que nos ha dejado el espectáculo de la separación en todas sus formas.
Las distancias entre los cuerpos son espaciales pero sobre todo éticas,
distancias que hasta ahora eran de cómoda desatención
Incluso el arte no ha logrado, ni con todo su aparato de simulación darle lugar a los afectos y a los cuerpos, mucho menos a las historias y las formas de vida; sólo ha podido profundizar cada vez más sus raíces en la economía. Ha servido de vehículo para llevar sus conveniencias a las regiones más íntimas y gestionar cualquier posibilidad de fuga en forma de las inmundicias más penosas y propias de cualquier politiquillo en campaña.
Lo sensible como una categoría de la economía es la práctica del artista como moneda viva
Hablamos ahora entre las amigas y los amigos, en el medio del desastre de unas vidas que siempre se habían dado por sentadas y se dice que no puede seguir más, que hay un terreno que hasta ahora nos había quedado arrebatado por el aparato de zonificación existencial, que nos enseñaba que mi vida era sólo mía y los sentimientos y percepciones, así como cada trozo de experiencia sólo podían ser subjetivos e individuales. Aprendimos a vivir de esa manera, incluso algunos han encontrado su fortuna en capitalizar y distribuir esas intensidades en museos y galerías de todo tipo. Todo eso hasta que nos hacemos daño cada vez que queremos encontrarnos.
Todavía no existe entre nosotros el valor de vernos a la cara y reconocer que nuestra presencia en cualquier lugar no está asegurada, ni siquiera con las miles de prótesis que se nos facilitan. La tela de lo sensible se desgarra en cada paso que damos sin prestar atención a cada situación, a sus singularidades y posibilidades. No nos sorprende que cuando la fatalidad que producen les toca de frente, esos que siempre se movieron como comerciantes, policías y burócratas, haciéndose los listillos en su burbuja de exotismo aburguesado, no les quede más que sumirse en su desesperación; esos que siempre habían ignorado cualquier sentido de justicia o solidaridad, apelan ahora a la justicia y a la solidaridad como si de ello dependiera su vida, cuando habían dejado su vida hace mucho tiempo en la “grandeza” de su sueldo o su legitimación.
Serán retomados por la civilización
A los que hemos estado y seguiremos estando huérfanos nos quedará el recuerdo constante de que nos reconocemos entre nosotros, de que no hay lugares dados para nuestros deseos, sólo la certeza de que podemos y necesitamos disponernos para abrir lugares inéditos e impensados y que quizá éstos no durarán, por suerte para nosotros; simplemente durar nunca ha sido nuestro proyecto, seguiremos encontrando encantador el movimiento por el cual nos sustraemos de la lógica que intenta perpetuar nuestra miseria.
Cada vez ahora, se da para nosotros un volver a empezar que puede tener la forma de una discusión o un abrazo, una sonrisa o una casa que se abre, las visitas que nos hacemos o la elaboración de una nueva estrategia, siempre que sabemos que nuestras vidas están en juego en cada momento.
Cada gesto encierra a su vez todos los gestos
A NUESTROS AMIGOS QUE SE IGNORAN
Sabes, yo también tengo miedo
Tampoco estoy seguro de todo
De que decir
Que pensar y que hacer
Sabes, cuando nos digamos determinados
Cuando nos digamos enojados
Cuando nos digamos ingobernables
Cuando nos digamos que hay en alguna parte un Nosotros
Y que este Nosotros tiene muchos amigos
Buscamos tanto convencerte a ti
Como convencernos a nosotros mismos
Sabes, lo que me molesta es que sólo nosotros sabemos
Que lloramos bajo nuestros pasamontañas
Que son el enojo y el amor que llevan nuestras banderas
Que es la infancia incansable que nos empuja a luchar
Sabes, cuando te hablo
Lo que me gustaría decirte
Es que, ¡mierda!
Somos nosotros los buenos
Estamos en el buen lado
Y si me enojo
Es porque hay que siempre
Explicar todo
Justificar todo
Para penetrar en este mundo
Sin ser una caricatura
Embadurnado de palabras huecas
Sabes, yo también sufro
Y sufro de que me piensas
Violento
Intransigente
Siempre
Contra ti
Contra todo
Sabes, yo también dudo
Yo también tengo miedo
A mí también me gusta la calma y la tranquilidad
Pero no puedo aceptar esta calma
Ni la tuya
Ni la mía
Cuando tantos otros no pueden pensar en ella
Sabes, yo creo que creemos
las mismas cosas
No todas tal vez
Sin embargo
La verdadera preocupación
Y perdón por decirlo
Es que tienes miedo
Es que eres cobarde
Y sabes que
Yo también
Yo lo soy
Pero pruebo cada día serlo un poco menos
Frente a los otros
Frente a la ciudad
Frente al Estado
Y no es fácil
No
Lo que es fácil es
Golpear los débiles
Encerrar las locas y los locos
Escupir sobre lo que se mueve
Y huir de lo que sorprende
Sabes, a mí también me gustaría que sea sencillo
Pero no lo es
No puedo dormir por la noche
Cuando pienso en todo lo que no hago
O todo lo que hacemos mal
Y a ti…
Sabes, no quiero golpear sobre todo lo que se mueve
Sobre todo lo que no haría parte del pensamiento sagrado
Sabes que no me gusta creernos como una élite
Tengo miedo de perder algo reprochándote
De ser demasiado
O ser muy poco
Pero sabes, me gusta creer que somos la vanguardia
De un pensamiento a venir
De una forma de vida a venir
Sabes, me gustaría que me veas más francamente
Sin miedo
Sin prejuicios
¿Sin pasamontaña tal vez?
Me gustaría que hablemos y que me entiendas
Y que veas el conjunto de las cosas que hacemos
No solamente las que te molestan
No solamente lo que te perturba
Sabes
Somos amigos que se ignoran
Y se juegan a algunos milímetros
A algunos términos
A algunas barreras
A algunas ventanas rotas
Y un poco de paciencia
Sabes, nosotros también
Tenemos amores
Miedos
Vergüenzas y enojos
Y es lo que nos guía
Eso y sólo eso
Y sólo estar ahí
Sabiendo que estamos sin límites
Sólo escuchamos lo que es sordo desde el interior
Y no lo que gotea de los hoyos de sus paredes
Viste lo que nos espera?
Somos
Mierda
Del lado de los amables
Del lado de la historia
Y en contra de la tontería
Sabes, no me gustaría que me creas
Sólo sólido
Sólo enojado
Sólo al acecho
Tenemos grietas
Tenemos las mismas que las tuyas
Sólo que no pensamos sanarlas
Con un poco de comodidad
Y mucho anestésico
Sabes, yo también tengo miedo
Yo también amo
Yo también río estúpidamente
Y a mí también, sobretodo
La violencia me da asco
Como la muerte, seguramente
Pero ignorarlo
Pretender que todo eso existe muy lejos
Es la mentira cómoda de los y las que vivirán sin verse.
(Traducción por los amigos de Negro Sobre Negro del texto publicado en francés en Lundimatin #102 el 4 de mayo de 2017)
SOBRE LA OSCURIDAD Y SUS POSIBILIDADES
“No se trata de una doctrina secreta o de una ciencia más alta, ni de un saber que no se sabe. Más aún, es posible que la zona de no conocimiento no contenga precisamente nada especial, que si se pudiera mirar hacia su interior, sólo se entrevería -aunque no es seguro- un viejo trineo abandonado, sólo -aunque no está claro- el gesto arisco de una niña que nos invita a jugar. Quizá tampoco existe una zona de no conocimiento, existen sólo sus gestos.[…] La relación con una zona de no conocimiento es una danza.”
G. Agamben
“Caminamos esta noche por la ciudad, los paseos se nos dan como a cualquiera en medio de una necesidad que se desdice en la idea vaga de “salir de casa”. Todo se revela como de costumbre; los coches, los edificios con sus iluminaciones, los turistas, los comerciantes cerrando sus locales.[…]
Encontramos un amigo. movidos por la inquietud de hablar, preguntamos, ¿qué hay de nuevo?; un par de eventos culturales y actividades recreativas recurrentes[…]Sabemos que algo permanece inaccesible. ¿Cuáles son los cuerpos que faltan? ¿Dónde está la ciudad? ¿Qué es lo común, de lo que podemos hablar? La ciudad permanece sitiada y esto es lo más cercano a estar encerrados afuera.”
Abu Shabin
Más que una estrategia que se desdoblaría en la tendencia a caotizar nuestras percepciones individuales, nuestras voces se desplazan caóticamente porque es el único medio sensato desde donde lo común aparece como estela de evidencia en un espacio en el que el estado ha mantenido su hegemonía, incluso en los escenarios más horrorosos e incomprensibles. Hay una tendencia a organizar la historia que implica la separación de los acontecimientos y los espectros políticos que zonifican la vida común –la verdad histórica–. El devenir histórico, poco ha tenido que ver con “La Historia” que ha configurado la brújula de los mexicanos y que sigue marcando por un lado el estado, por el otro el narco, muy lejos la lucha de los pueblos originarios y zapatistas. Estos fantasmas han servido de pilares para hacer efectivo el terrorismo de la economía desde el que se realiza la preservación de una normalidad que no ha encontrado cause alguno más que la explotación del trabajo y el entretenimiento popular como dispositivo de aislamiento . El espectáculo continúa.
Hemos aprendido en el marco de los cuerpos perdidos que la vida común se encuentra sitiada, y nos preguntamos; ¿cuáles son los movimientos posibles?, ¿qué hay entre nosotros que no sea el espectáculo al que asistimos diariamente? y ¿qué pueden los cuerpos que no sea representar cada día esta narrativa de la miseria cotidiana a la que llamamos normalidad? Una vida común y un tiempo que se mide de acuerdo al precio de la gasolina.
Cuando la noche cae y es absoluta, el cuerpo se funde con el mundo en sus zonas de indistinción, en sus sombras, un movimiento permanece en secreto, una pista; en la oscuridad bailar parece posible, pero no para todos, lo sabemos. Las fugas se nos revelan y sabemos bien que no hay un común local como utopía que pueda siquiera existir sin perspectiva del mundo. Es por eso que cualquier fuga conjunta se realizará hacia adentro de las situaciones;
Encontrando en cada situación su propensión a desbordarse
Abriendo espacios entre los dispositivos que dejen pasar la oscuridad donde se hace posible el movimiento
Haciendo alianzas entre estas oscuridades como el guiño entre las bandas, los vecinos, los amigos
Haciendo de la noche en que nos encontramos una posibilidad técnica-táctica.
Liberando las palabras del discurso y trayéndolas hasta el punto de hacer resonar nuestras relaciones, ahora
Estableciendo las condiciones de una disposición nueva
Incluso a tientas, aprender a moverse
No es extraño que mientras la mercancía es de “ensueño” una noticia tras otra nos muestre imágenes de pesadilla –imaginario de una alienación onírica–. La esperanza es somnolienta, no logramos despertar, y nosotros no esperaremos, hay que atacar los sueños, hacerlos coincidir plenamente con los objetos y las calles que habitamos, esa misma coincidencia que hay entre la oscuridad y los nervios que dibujan el cuerpo cuando no podemos ver nada.
Damos cuenta de que muchas armas se nos han confiscado. Incluso algunas las entregamos voluntariamente cada día. La mayoría de los grupos hoy se ven animados y satisfechos con un intercambio de avatares donde se da más o menos por entendido que cada UNO guarda celosamente el secreto de su vacío como especulación de una subjetividad irrealizable, pero que funciona perfectamente en el ámbito de la economía identitaria, pues el negocio se sustenta en las raíces de la “búsqueda de UNO mismo” en la acumulación de “experiencias”. Por eso ahora parece más significativo el compartir una selfie que legitime nuestros encuentros, que poner en juego los devenires de una amistad política. Las evidencias del desierto están en todas partes y no hay pretensión en nosotros de ser autores de otro diagnóstico sobre lo que ya se ha reafirmado una y otra vez en la precariedad compartida que se respira casi en cualquier lugar, en cualquier existencia. Parece más interesante la perspectiva de aparecer como resonadores de las potencias que todavía encontramos, flujos de intensidad que se encarnan desde lo más profundo de unas vidas cualquiera
–toda la historia recae en el gesto, en las formas en que vivimos.
La noche de los cuerpos son todos los cuerpos que faltan, tanto los desaparecidos como los amigos que nunca volvieron o nunca llegaron, también los nuestros; sin embargo, recordamos que también en la carencia se esconde un encanto o una posibilidad, presentimos una potencia que sugiere una manera de hacerse imperceptible para esa triste condición.
Existe la perspectiva entre algunos amigos de hacer de la noche la ocasión de un entrenamiento tal que se constituya, si se quiere, como un gran juego de solidaridades y de usos por inventar, atribuibles solamente a la fuerza de los encuentros. Nadie sabe todavía qué es lo que podemos y cada circunstancia imprime nuevamente escenarios sobre los cuales plantear la huida. Por ahora, sabemos que es posible la puesta en común de las técnicas y las sensibilidades. Un amigo dice ciertamente, que la problemática de la comunidad nunca se dio más por no saber poner en juego eso que tenemos en común, que por ser tan torpes para poner en juego eso que hace nuestra diferencia; entiendo, eso que hay de singularidad en cada presencia, que desbarata la homogeneización y el alisamiento de los paisajes colectivos y hace efectiva la multiplicación de nuestras perspectivas afectivas. Es preciso no dejarse engañar por las líneas seculares que suplantan esta idea, la inclinación patológica de intentar en cada momento hacerse diferentes, la búsqueda de la afirmación individualista que hace de dispositivo de separación – la necesidad de ser alguien.
Un paisaje habitable se puede imaginar
¿Pero qué son los paisajes imaginables? Cuando incluso la imaginación se ha subordinado a la narrativa de los discursos dominantes. La crítica toma cada vez más y en todas partes el lugar de una policía de la deserción así como un nuevo nicho de la economía. La paradoja del liberalismo es el cinismo que hace de buena conciencia, el desapego gestionado de los que desean que nada cambie.
Mientras tanto por todas partes surgen las señales de unos espíritus mutantes, a los que ahora necesitamos darles lugar, es a estos espíritus a quienes llamamos amigos, en cualquier circunstancia, sean objetos, lugares, personas, composiciones, en todo caso jugadores capaces de habitar en la oscuridad que nos atraviesa, esos que se mueven en los intersticios de lo concreto, que sólo se pueden reconocer por su risa, por su abandono, por el acomodo de sus cuerpos y un alegre movimiento que franquea la hostilidad de nuestras prótesis. Los obstáculos son los mismos y sólo se han hecho más fuertes; el chantaje de la democracia, el fascismo que nos ha sido atribuido de la misma forma que lo fue la culpa cristiana y que nos pone siempre en el lugar del enemigo en potencia, el criminal/terrorista, en efecto, el culpable. Es el orden ilusorio el que se quiere salvar siempre en todas partes, en todos los encuentros, en todas las situaciones y el que dispone en esta oscuridad su dominante ceguera operativa en forma de una infinidad de anestésicos.
El juego se desenvuelve ya entre los cuerpos que habitan su propia forma de vida con atención. La ética de este gran juego está hecha de la misma consistencia que cualquier otro juego que no esté cooptado por la separación, de una alucinación poderosa y un repudio por los aguafiestas que se hace evidente con inocencia. Aprender a habitar la oscuridad es el común de los que permanecen huyendo en la clandestinidad de su presencia.
El caso Ban(K)sy
La obra que Banksy “destrozó” no se vio afectada en su corazón metafísico, que es, evidentemente, mercantil; como tal, sólo mutó a una forma “más original”, y eso significa que su valor aumentará exponencialmente en los próximos días. – El cuadro en cuestión se transformó en perfomance, una suerte de action paiting que involucra el uso de tecnologías de distanciamiento y la idea romántica de la resistencia artística, cosa que, lo sabemos, no existe, pero vende tremendamente bien.
Como siempre, el arte se autoparodia, hace de bufón, pero sin superarse en lo más mínimo ni decir cosas que realmente no sepa ya todo el mundo y, de hecho, se digieran mejor gracias a los alcoholes de los estetas, por más que se sostenga vehementemente lo contrario.
¡Qué malos deseos son esos de salvar todo en sus peores formas! En todas partes escucho el mismo grito obtuso: “¡Salvemos la cultura!” “¡Salvemos el cine!” “¡Salvemos A, B y D!” Por todas partes, la misma perorata. Me consta que, incluso, hay idiotas doblemente idiotas que, creyendo de cabo a rabo en la doctrina leviatánica, piensan que hay que salvar a la mismísima policía. “La sociedad caería en la anarquía absoluta si no tuviéramos policías. Para mí, son un mal necesario”, afirman confianzudos, mostrando, así, su propia incapacidad para vivir.
En definitiva, estamos ante la más grande manía de los Bloom: salvar algo, lo que sea, aunque eso les conduzca a un callejón sin salida, no a una determinada inteligencia de su potencia.
En este caso en particular, el de Banksy, el grito de salvamento tiene un trasfondo en el que conviene sutilizar, ya que no sólo se trata de guarecer al arte del pathos autodestructivo de nuestra época. Se trata, también, de mantener la consciencia bien limpia, lo más limpia que se pueda, ¡caray!, para hacer gala de pulcritud. ¡Y qué mejor si se puede ganar algo de dinero con ello! Aquí, nuevamente está la lógica de que entre tal y tal mal, el menor. Pero alimentar al peregrino ultramodernísimo del Espectáculo, el turista existencial, no es el menor de los males, ¿o sí? Para nada. Jamás lo será. Y semejante lógica es un mierda derrotista. Un síntoma de desarme antes que otra cosa. Por ello, conviene que tengamos esto en mente para futuras pseudoradicalidades museísticas:
No es posible decir “arte político” sin repetir, cual loro, ese dogma ajado de “el arte por el arte”, consigna en lo absoluto donosa e inútil, como se quisiera, dado que funge, en tanto que operación, como una medida de especulación entre las monedas vivas del nicho de rebeldes favorito del Imperio; es decir, el arte pequeñoburgués, el ejemplo perfecto de lo que los situacionistas llamaban “supervivencia aumentada”.
(La obra es, finalmente, lo eternamente destruible, aquello que puede hacerse ruina incesantemente. –No es el hombre, como suele pensarse, pues éste sí tiene una forma. Por eso, el Angelus Novus de Benjamin no es un artista… En este sentido, la obra de arte política es, en su no mundo-objetual, la pasividad burocrática de la acumulación de documentos de barbarie a modo de “consciencia”, un traje, como diría Carlyle, o, sencillamente, “información”).
Por otro lado, la parodia real, aquella que no sólo produce revelaciones sino una justa risa, pasa factura a Banksy en un escrito anónimo recientemente publicado en La Haine que lleva por título Los acéfalos disque acéfalos S.A de C.V., en donde las vanguardias artísticas y sus múltiples hijos bastardos, todos ellos atacados con la imagen de una “masa cancerígena tan incontenible como la diarrea”, son representados, humorísticamente, como personajes de la novela caballeresca.
Banksy, aquí, se perfila, simplemente, como un aspirante a escudero de Dadá, un trol de tres cabezas que, ennoblecido por un brujo negro, vive de sus “obras de zozobra” con su fiel espada enmierdradora , un destapacaños hermoseado como un instrument d’acculturation que, cabe decir, no lleva en su cinturón, sino en un agujero del embudo que usa a guisa de sombrero. (El guiño “originalísimo” es a Jarry. *Aplausos*). Como podríamos adivinar, Banksy, al ser rechazado una y otra vez por su amo, da un salto de la novela de caballería, sumamente aburrida para su “gusto transgresor”, al mundo del cómic, y se presenta bajo la imagen de un encapotado cuyo único cometido superheroico es hacer rayas para visibilizar su invisibilidad y, de esa manera, complacer su vanidad apenas disimulada. “¿!En dónde está mi corona¡? ¿¡En dónde, Basquiat?! ¡¡¡Perro sarnoso!!! ¡¡¡No me dejaste salvar tus derechos!!! ¡¡¡Yo me quedaré con tu corona!!!”, le hacen decir al pobre mientras caga, literalmente, un grafitti “más o menos irónico” en “un muro más o menos irónico”. –El ano de “Ban(k)sy” es un “equipamiento en aerosol”–. ¡Qué cruz la de la firma! Banksy queda reducido al puro nombre, al puro título, pero se lo merece. Lo suyo es el cop art.
Nosotros, claro está, nos unimos en una risa harto tonificante, una risa fourierista –o sea, anticivilizatoria–, al parodista de La Haine. Estamos hartos de caricaturas como Banksy.
BIENVENIDOS LOS HUÉRFANOS
“Un particular del que aquellos que escriben la historia no sabrán o no considerarán necesario hacer mención. Sin embargo es este particular el que nos permitirá saber si somos dignos de estima o de reprobación.” F. de Motteville*
Se ha dicho que se escribe para encontrar amigos, en este caso digo también que lo hacemos para hacer aparecer mundos entre nosotros que hagan un poco más que hacernos sobrevivir en éste, que se regodea incesantemente en su tristeza.
En contra de la creencia de que se pretende construir un nuevo programa con forma y nombre nos limitaremos a decir que lo que está en juego aquí es una comunidad de gestos y medios que se emplean en momentos precisos, en la grandísima historia del pequeño momento ahora, que es el encuentro de nuestros cuerpos. No hay un gran saber, ni panacea, sólo provocación e inquietud como evidencia de un mundo susceptible de compartirse. La potencia de una complicidad.
Cuando se revela que hay entre nosotros la posibilidad de abrir una disposición capaz de hacer posible la aparición. Es que se abre al uso la forma de la intervención. No por nada se intenta cotidianamente des-articular cualquier posibilidad de ésta en la operación de una suplantación. Disponiendo en esferas cada vez más separadas y especializadas los encuentros y afectos posibles. Reduciendo esa intensidad a una “participación” gestionada, moderada. De modo que todo pueda quedar perfectamente aislado, en medio de la promesa de “ser parte de” sin poner en juego ningún tipo de singularidad. Así es como se configuran la mayoría de los colectivos de Arte y así es como UNO puede hablar del arte desde el arte de igual forma que los políticos han ejercido la política “desde La política”; ¡el club de bingo! entretenerse de la vejez que nos habita, pero poco tiene que ver todo esto con el mundo y su mixtura, al igual que “La vejez” poco tiene que ver con los viejos. Vivimos una separación tal que nos es casi imposible ver lo indisociable que hay entre nuestras vidas y las formas en que las vivimos. Es por eso que molesta tanto que sigamos ocupados de la cuestión técnica sobre las formas de vida, de la base material con la que estas formas se constituyen y que insistamos en poner en juego la fuerza que hay en los “cómos” que evidencian la amalgama de dispositivos e intersticios desde donde es efectiva la remoción.
Se procura, por lo regular que los cuerpos no se toquen y que las palabras y el mundo estén claramente distendidos. Es por eso que hoy la crítica no representa para nosotros una posibilidad de fuga sino una profesión más en el orden de la separación. ¿Qué es entonces el terreno de juego de estas sensibilidades?
Las formas en las que se insinúa la huida colectiva
Un tartamudeo del discurso como espasmos nerviosos
Cualquier movimiento que hace que un espacio sea susceptible de liberarse
La formación de los grupos en situaciones cotidianas
Paisajes compuestos y sus efectos diversos
Tres personas que caminan, por decir algo.
Palpamos en cada rincón de la metrópolis una melancolía risueña en la asunción definitiva del ser, El optimismo se ha convertido en la cuota que se paga por una felicidad hipotecada, para el cual también SE debe conseguir un crédito. Pero no lo aceptamos, hay por todas partes evidencia de unas vidas clandestinas, no “La vida clandestina”, sino lo que hay de clandestino en toda vida, intensidades que han quedado sepultadas bajo las capas identitarias, fuerzas efectivas que se han relegado a la vida privada. Y nos preguntamos; ¿de qué está privada la vida privada? Todos estos flujos espectrales que se han reprimido y sólo hemos conseguido conservar el síntoma de su inaccesibilidad, El hastío. No hay ninguna duda de que nos encontramos en una encrucijada tal que estamos a punto de aceptar olvidarlo todo. Incluso los espíritus inconformes más voluntariosos sucumben en conformarse con un nihilismo empaquetado que sólo ha dejado las cosas como estaban. En cuanto a nosotros, permanecemos con la certeza de hacer alianzas con esas clandestinidades, de darles lugar y elaborar los rituales necesarios para invocar su aparición y su esparcimiento virulento. Cualquier experimentación será la ocasión de una conspiración. SE puede decir que escribimos, entonces sí, para encontrar amigos.